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Una familia de Tokio: recreando a un maestro.

por Gonzalo Gala el 24/11/2013 23:28, en Cine asiático.

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Yasujiro Ozu retrató la vida moderna, en la cual los lazos familiares cuenta poco o nada, en sus Cuentos de Tokio y Yoji Yamada versiona el original en un remake en Una familia de Tokio, ganadora de la Espiga de oro, a la mejor película, en el Festival de Valladolid.

-Estamos considerando llevar a padre y madre a Tokio.

-Parece una buena idea, a mí también me preocupan, pero tengo mucho trabajo y no podré atenderles.

Cuento de Tokio era la historia de un matrimonio de ancianos que deciden visitar a sus hijos en Tokio. Pronto descubrirán que ellos no sólo no se adaptan a la vida moderna de la gran urbe sino que sus hijos no muestran demasiado entusiasmo con su llegada; sólo una de las nueras presta atención a la pareja de ancianos. 

Yasujiro Ozu y su guionista habitual, Kogo Noda, prepararon el guión de una historia que muy probablemente se encuentre entre las grandes cimas del cine japonés. Una película inspirada en un clásico de Leo McCarey (Dejad paso al mañana) –uno de esos dramas que, como se suele decir, hacen llorar a las piedras- que llegó a nosotros con diez años de retraso con respecto a su estreno-. Pero más allá de lo puramente narrativo, uno de los grandes logros del filme era la particular forma de rodar de Yasujiro Ozú que transcendió a este clásico del séptimo arte. Más allá de sus planos y encuadres, habría un detalle sobresaliente: colocar la cámara a la altura de los ojos de una persona sentada en el suelo (el anciano protagonista de la historia).

El detalle no es fruto de una simple erudición cinematográfica, sino que ayuda a comprender el remake que llega a las salas y que (salvo milagros) pasará desapercibida en nuestro país. Sobre todo ayuda a comprender por qué hoy no sería posible rodar al estilo de Ozu. Yoji Yamada toma prestado algunos planos para el arranque de la película, pero ya no aporta la característica manera de rodar del maestro porque poner la cámara a la altura del tatami ya no es exclusivo del cine japonés y porque va en contra de la época en que se ha decidido contextualizar la nueva versión.

-La película que vimos ayer, El tercer hombre.

-Sí, es cierto, lo recuerdo.

-La escena de la noria, en el parque de atracciones de Viena se me quedó grabada.

Yamada contemporiza el clásico, trasladando la historia al Japón surgido del tsunami y de la crisis nuclear de Fukushima, mientas que Yasujiro Ozu ambientaba su filme en el país del sol naciente traumatizado por las bombas atómica –tras la Segunda Guerra Mundial- y la modernidad que trajo consigo la ocupación de Occidente. La elección de Yamada también puede que sea significativa, por ser un veterano realizador, junto con la legitimación de haber sido discípulo de Ozu, en los estudios Oshiku. Es un octogenario, con más de cuarenta películas a su espalda y una curiosa trilogía ambientada en el cine samurái. Es decir, domina los registros y la puesta de escena de época, aunque lo que le parece interesar del clásico de Ozu sea la decadencia de la familia y de los valores tradicionales, lo mismo que le sucedía a Win Wenders cuando llevó a cabo su película Tokio-Ga, con el film “Cuentos de Tokio” como referencia. De hecho, en la película no podemos dejar de pensar en Tokio Monogatari, Cuentos de Tokio

-De todos modos, este sitio es para jóvenes.

-Tienes razón.

El Japón actual, hiperdesarrollado, pero que va perdiendo empuje ante la fuerza de sus vecinos competidores –Los Tigres Asiáticos y sobre todo, China- conecta a la perfección con esa sociedad apática y acomodada hasta la nausea, representada por la nietos (Makoto e Isamu) y unos hijos mucho más recalcitrantes y egoístas que los originales. E igualmente recupera la figura de la nuera –en este caso, futura- (Noriko) como la esperanza para los protagonistas, a quien conocerá como voluntario del desastre de Fukushima. 

Si el filme de Ozu presentaba una realidad premonitoria en el hecho de mostrarnos cómo la modernidad y el avance económico, que viviría Japón, iba afectar a las relaciones; lo cierto es que el film de Yamada continúa en esa misma línea, confirmando las tesis mostradas por el maestro.

-Esperamos no daros muchos problemas.

La verdad es que ambas películas comparten una reflexión ante un mismo problema: cómo deviene la relación familiar con la tercera edad, en las sociedades modernas. Algo que resulta más llamativo cuando ambos filmes muestran cómo será, alguien que no es de su sangre, quién realmente se interese por ellos. Es decir, la consanguineidad no es una garantía de altruismo y amor, sin esperar nada a cambio.

-Es muy extraño, tengo varios hijos en el mundo y tú, sin ser de nuestra sangre has hecho más que ellos por nosotros. Muchas gracias.

Al final, Yamada logra algo sumamente difícil, tomar el testigo del original y hacer una película con personalidad propia siendo fiel a la película de Ozu, sin que el recuerdo de Cuentos de Tokio ensombrezca esta versión.



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