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 - ¿Eh quieres ver si sabes disparar? Venga, dale, dale muerte a los colombianos.

 Una de las imágenes más impactantes de la película nos presenta a dos adolescentes casi desnudos que podría pertenecer a un documental sobre un conflicto armado, pero se trata de una realidad en la ciudad italiana de Nápoles: Dos jóvenes juegan en una playa con unas ametralladoras. Es la rutina de la Camorra tal y como lo presenta Mateo Garrone en Gomorra.  Título con reminiscencias bíblicas que sirve para acercarnos al lado más oscuro y menos glorioso de eso que llamamos, por extensión, mafia.

 - Esos chicos no saben comportarse, están montando un buen follón en el territorio.

- ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿No quieren entender?

- No, no quieren.

- Entonces, se los haré entender a mi manera. Ahora tendré que cogerles y matarles.

 Aunque sus altos mandatarios se encuentren en las altas finanzas (su influencia es tal que llegaron a invertir fondos en la reconstrucción del World Trade Center) Garrone prefiere sumergirse en las filas de delincuentes movidos por el instinto de supervivencia y por el modus operandi de una violencia que estalla en cualquier momento. Nápoles aparece reflejada, tanto en la película como en la novela de Roberto Saviano, como una cloaca, representada por esos edificios de vivienda de protección oficial que sirven de epicentro de una desapasionada crueldad de sicario, con todas las ramificaciones propias del crimen organizado: los narcóticos, el asesinato por encargo, la prostitución o la especialidad de Tony Soprano: La gestión de residuos.

- Estoy dispuesto a eliminar los residuos que se producen en un año.

- Ochocientas toneladas.

 
El capo de la serie creada por David Chase, Los Soprano, se enriquece con el desecho ilegal de basuras, con el tráfico de fibras textiles, con camiones llenos de fármacos robados, lo que demuestra cómo la economía sumergida de la mafia sustenta, en parte, los servicios de un país.  Sin embargo, lo más interesante de todo esto son las relaciones que han existido entre el cine y la mafia. A través de los personajes de Marco y Ciro, obsesionados con la película de Brian de Palma, El precio del poder, vemos la influencia que ha tenido el cine de mafiosos entre los propios mafiosos.

 El periodista Tim Adler, autor de Hollywood y la mafia, escribió que en El Padrino “hay muchos mitos realzados que no corresponden con la realidad. No trafican con drogas, sólo se matan entre ellos y siempre hay un traidor que es el culpable”. Recordemos el momento en el que Vito Corleone (M. Brandon) se niega a entrar en el negocio del narcotráfico desencadenando la posterior guerra entre clanes. En realidad, esta idealización de unos gánsters vestido de Armani, con un sentido estricto del código ético que imponía la fidelidad a la familia como prioridad absoluta, es lo que ha configurado la palabrería de los jóvenes napolitanos que empuñan armas con pasmosa facilidad. Unos quieren tener la misma casa que el Tony Montana de Sacarface: El precio del poder (Brian de Palma); otros provocan como hace Travis Binckle en Taxi Driver (Scorsese) y los más salvajes quieren aplastar cabezas en tornos como el personaje de Joe Pesci en Casino (M. Scorsese).

 

- ¡Dímelo de una vez! ¿No me lo quieres decir?

- Charlie M.

- ¿Charlie M? ¿Te he destrozado un ojo por Charlie M? Eres un puto pringado.

 El cine actual ya no quiere tanto el estilo elegante de los descendientes de esos inmigrantes sicilianos de Coppola, sino presentar el lado más perverso y realista. Sin embargo, al séptimo arte le ha costado acercarse en este sentido. Ni el retrato que proponía Abel Ferrara, en El funeral y El rey de Nueva York, ni la serie Los sopranos, ni tan siquiera Scorsese se acerca al verdadero horror procedente de las mafias actuales.

 
- Yo he hecho siempre lo que me han mandado, la guerra va conmigo.

- Pero está metido en ella. ¿Sabe que está metida en ella? Tendrá que comprar su vida, yo se la regalo.

 
Olvidaos del código de honor de los Correones, la Camorra nos presenta otra visión de la mafia, otra red criminal surgida en Italia con diferencias con la Cosa Nostra. En vez de estar jerarquizada, se compone de pequeñas células que se devoran entre ellas. Su poder, sin embargo, se extiende a todas partes. En la película se puede ver desde adolescentes actuando de matones hasta la costurera de un taller clandestino que llora al ver en televisión uno de sus bolsos del brazo de Angelina Jolie. Entre el modistillo al servicio de un clan mafioso que confecciona trajes para el mercado ilegal chino hasta el niño que ayuda a matar a una vecina (y amiga) para ser admitido en uno de los bandos, los protagonistas viven atrapados en una madeja de guerra interna que escapa a su comprensión.

 
- Ellos saben que estamos sirviéndole fielmente durante cuarenta años, mi mujer está en la cárcel, ¿está es la recompensa? ¿Estamos todos locos o es que tengo que armar un buen lío?

 
Matteo Garrone ha querido adaptar la novela homónima con alma de Altman, una serie de tramas narradas en paralelo, para presentarnos con un estilo realista a La Camorra, mientras se suceden ecos del cine italiano (desde el melodrama, al drama criminal, pasando por el neorrealismo). Pero el argumento está basado en hechos reales, de cinco historias narradas en la pantalla de forma paralela; tan próximo a la realidad, que uno de los actores del filme fue un camorrista, que ahora cumple condena en la cárcel. Con alguna anécdota interesante en relación con la película: a las afuera de Nápoles un jefe de la Camorra se construyó una mansión idéntica a la de Tony Montana en El precio del poder, incluso la escalera y la inmensa bañera, como símbolo de la megalomanía. Lo interesante es que esta bañera aparece en la película de Matteo Garrone –al igual que en libro-, en ella dos jóvenes hablan del personaje de Al Pacino.

 La fuerza de la película reside en su austeridad estética y en el impacto de las imágenes que golpea nuestra retina, para dejar una marca de fuego de nuestro concepto de la realidad europea. Salir del cine y preguntarse qué está ocurriendo a nuestro continente y hacia dónde se dirige, es una misma cosa.

- ¿Crees que gente como yo ha llevado a Europa a la mierda?